Entre añosos árboles te veo,
cuando sales,
muy bello,
singular,
espléndido.
Yo continuo observándote, anonadado.
Durante largas horas
otorgas vida,
iluminas.
Y permanezco aquí,
inmóvil.
Te vas,
te escondes,
te duermes,
después de desparramar
por todo el celeste
un resplandiente anaranjado.
Sigo observando tus últimos minutos,
indescriptible.
De pronto...
Sale tu mensajera,
avisando de que escondido
estas, pero siempre vivo.
Ella blanca, radiante,
alumbra tenuemente la
oscuridad que se apodero de mí.
Yo mas relajado que nunca
me deleito mirándola,
deseando tocarla,
como ya otro lo hizo.
Amarla como sé,
que nadie lo hará mas que yo.
contarle que la amo
así como es, sin más.
Con todos sus defectos y virtudes,
débil,
inocente,
joven,
hermosa como tantas veces sé o dije
y se lo seguiré expresando.
Que más argumento puedo tener para
dejar de amar,
que más puedo hacer
para que lo sepa.
Solo Dios sabe todas las cosas que me
olvide de escribirlas y que seguramente no
sabré decírselas.
Yo...
miércoles, 5 de diciembre de 2007
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